La soledad es uno de los males que acecha a la sociedad contemporánea, es la triste realidad de la vida moderna. Esto sucede, paradójicamente, en tiempos de la hiperconexión que proporcionan internet y las redes sociales.
Considerada como la falta general de relaciones personales satisfactorias, la soledad tiene repercusiones sobre la salud, sociales y económicas significativas, y se vincula especialmente con problemas mentales y físicos como la depresión, alcoholismo, insomnio, enfermedades cardiovasculares e inmunológicas y la enfermedad de Alzheimer entre otras condiciones.
Aunque este fenómeno no distingue edades, los más afectados continúan siendo las personas mayores.
Fue en enero de 2018, cuando la primera ministra británica Theresa May creó el Ministerio de la Soledad asegurando que quería enfrentar ese desafío para su sociedad y para que todos los ciudadanos tomaran medidas “con el objetivo de hacer frente a la soledad que sufren los ancianos, los cuidadores, los que han perdido a sus seres queridos, las personas que no tienen a nadie con quien hablar ni compartir sus pensamientos y experiencias.”
Uno de los recursos implicados en este asunto son los programas contra la soledad de personas de confesión musulmana liderados por mezquitas y asociaciones islámicas locales, que apoyan a más de 20.000 personas en todo el país.
El sistema moviliza una red de voluntarios musulmanes que ofrecen visitas domiciliarias, actividades grupales y líneas telefónicas directas abiertas a todos los ciudadanos británicos sin distinción de religión, clase o localización.
Ahora, un reciente estudio del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, revela que los programas contra el aislamiento de personas musulmanas ahorran 56 millones de libras esterlinas (65 millones de euros) anuales a los servicios públicos.
Este tipe de programas cobran especial relevancia en momentos en los que el Reino Unido atraviesa una grave crisis en su sistema sanitario, con su personal sanitario bajo presión y tiempos de espera récord.
El enfoque musulmán centrado en la ayuda mutua y la prevención, ofrece una valiosa solución complementaria. A la luz de estos magníficos resultados, el Servicio Nacional de Salud baraja la posibilidad de ampliar sus asociaciones con organizaciones musulmanas y otros grupos religiosos, reconociendo su impacto positivo en la salud pública y las finanzas del sistema de salud británico.