
Durante las últimas semanas venimos observando cómo diferentes medios sean han hecho eco de los lamentos de la Comisión Islámica, inmersa en su habitual papel de víctima vapuleada por las administraciones.
Que si no hay clases de la enseñanza religiosa islámica, que no se dispensa menú halal en los comedores escolares, que no hay cementerios para enterrar a los difuntos musulmanes, que no se concilia la jornada laboral con el ayuno del mes de Ramadán, y un largo etcétera. Una retahíla caduca y desvirtuada que ya cansa hasta al más paciente de los humanos. Porque más que una justa defensa de derechos se asemeja a un muro de lamentaciones, con su letanía monótona, aburrida y vacua de acciones legales que inyecten energía y dinamismo a su favor.
La Comisión Islámica echa balones fuera en un intento de minimizar su incapacidad y su falta de atención hacia un asunto tan crucial como es el halal y tantos otros frentes a los que la Comisión Islámica nunca supo hacer frente. Ya no resulta creíble culpar a la administración de la penosa situación en la que se encuentran los ciudadanos musulmanes que residen en nuestro país. Eso ya no cuela. Todos los males que aquejan a la comunidad musulmana residente en España son por culpa en exclusiva de la Comisión Islámica. Muchos de sus miembros no alcanzan ni el graduado escolar. Y no solo eso, muchos de ellos adolecen de la buena fe que debe regir en toda gestión enfocada al bienestar general. Ellos son el motor principal de esta debacle.
Y si eran pocos, que nunca lo fueron, ahora tienen el aliento de la FEERI con Benjelloun como primer regatista. A ver quién le puede.
Ya no es posible hablar únicamente de la Comisión islámica, ahora tiene de cómplice a la FEERI, que tras años alejada de la buena mesa de las subvenciones, vuelve sedienta de participación y con exhaustivo borrado de memoria. Estos son los que rigen los destinos de los musulmanes de España. Una horda de gente complaciente consigo misma que nunca tuvo la fuerza de afrontar el reto de la dimensión del esfuerzo y del sudor para conseguir objetivos sociales en beneficio de su comunidad.
Estas personas, por mucho que se diga de ellos, nunca harán examen de conciencia ni revisarán sus procedimientos a fin de conseguir un uso eficiente de los recursos económicos con que se llenan los bolsillos para disponer de unos servicios jurídicos al alcance de la ciudadanía y abogar por la resolución de los conflictos en lugar de alimentarlos y perpetuarlos mediante proclamas enfundadas en victimismo.
Halal
El reclamo que hace la Comisión Islámica sobre el menú halal en las escuelas y otras dependencias públicas alcanza cotas de suma incongruencia, pues si bien la demanda existe, la Comisión no ha hecho absolutamente nada para que este derecho pueda hacerse realidad. En los 32 años desde que entrara en vigor el Acuerdo de Cooperación, ha tardado 25 en registrar la Marca Halal España en el Registro Español de Patentes y Marcas (2017/2018). Y nada más. 25 años de inacción en los que todavía no ha establecido la norma y condiciones para que se pueda certificar los productos y servicios con denominación halal bajo unos criterios y estándares unificados, y de los que la Comisión Islámica se ha desentendido por completo. El resultado de su negligencia es perturbador pues, hoy por hoy, nos encontramos multitud de productos alimentarios en las cadenas de supermercados y carnicerías que únicamente cuentan con una pegatina halal sin mención de norma, certificadora o entidad religiosa que garantice tal distinción.
El desamparo de los derechos de los musulmanes respecto a la alimentación Halal escala dimensiones preocupantes de fraude. Cualquier empresa con ambiciones de mercado puede vender productos con tan solo incluir un texto que diga que es Halal y no pasa nada. Y todo esto pasa delante de las narices de todos esos que se flagelan en un intento de mostrarse más musulmanes que nadie, cuando en realidad no son más que amagos magníficamente calculados.
Su omisión en el establecimiento de una norma que regule la marca Halal que dote de garantías a los consumidores, paute las exigencias que han de cumplir las empresas y certificadoras y vigile fidedignamente su cumplimiento, tal y como sucede con las normas y leyes Halal de los países de mayoría musulmana, es una deuda pendiente que debe acometer con carácter urgente antes de lanzar al aire culpas ajenas y empujar a las familias a tensiones y frustraciones dolosas en sus centros.
Es vergonzoso que a estas alturas los ciudadanos en España consuman productos Halal a ciegas, donde lo mismo se admite un animal torturado bajo electronarcosis, fracturado el cráneo con pistola de perno como asfixiado con una mortífera combinación de gases. Por lo mismo, lo mismo vale un etiquetado ambiguo que no explicita el origen animal, vegetal o sintético de sus aditivos como que acepte como Halal el uso de insectos como el colorante cochinilla E-120 u aditivos con demostradas evidencias de toxicidad.
El timo del halal está más que extendido y nadie puede garantizar al 100% que lo que lleva a su mesa es genuinamente Halal. Ante la ausencia de norma, las empresas hacen su agosto y muchas tan solo se limitan a contar con una base de carne halal pero no el resto de ingredientes ni el proceso que se sigue, tal y como se ha detectado en muchos alimentos, por ejemplo, en el embutido o las salchichas.
La mala praxis, estafa y falsificación de la denominación Halal señalan que hay razones más que suficientes para que se apruebe una norma Halal que ampare a los ciudadanos y con la que puedan recurrir ante los tribunales.
La Comisión Islámica, y sus nuevos socios deben hacer sus deberes y dejar de tomarle el pelo a la gente.