La cancelación del evento de Tarragona tiene que servir para que la emoción y el entusiasmo dejen paso a la reflexión y a la serenidad, especialmente en lo que concierne a sus organizadores y ponentes.
La suspensión ofrece una excelente oportunidad para muchos actores y dirigentes musulmanes incapaces de contener sus ansias de cultivar campos ajenos, así como que tampoco resulta efectivo que cada vez que se meta la pata se increpe a los padres y congéneres del racismo. Es vital revisar procedimientos en todos sus aspectos, incluso aquellos que se hacen difíciles de visualizar, bien por su pequeñez o porque sencillamente se dan por buenos por los años de uso. Tal como se exige respeto hacia el espacio propio, igual ha de hacerse con el ajeno.
Idriss al Ghazaoui, presidente de la comunidad organizadora del evento, en una entrevista en el https://www.diaridetarragona.com/costa/idriss-el-ghzaoui-presidente-de-la-comunidad-islamica-del-tarragones-hay-gente-que-no-quiere-escuchar-las-disculpas-EM20971216, afirmaba que las palabras de Benaísa de 2013 fueron desafortunadas, a la vez que cargaba contra partidos de extrema derecha, haciéndoles responsables del clima de crispación y rechazo creado en torno al evento, así desentendiese de cualquier responsabilidad.
Un acto de prudencia sería que El Gazaoui analizara sus propios actos, teniendo presente que en la preparación del evento nunca se tuvo en cuenta la oportunidad del momento como tampoco las heridas que permanecen en la memoria de la ciudadanía catalana. Asimismo, El Gazaoui peca de inocencia premeditada al no asumir su parte de responsabilidad al desestimar los citados inconvenientes, así como que añadió mecha al invitar a ponentes cuyo poder de crispación se evidencia en cada acto que protagonizan.
Esta imprudencia y esta falta de tacto no pueden obviarse bajo ningún concepto, tanto como que en su conjunto fagocitan reacciones contrarias -a veces desmesuradas- por parte de quienes ven en la actitud de quienes abanderan Islam como un ataque y una amenaza a sus costumbres de vida, hasta cierto punto comprensibles, pero que de hacerse de otro modo podrían reducirse considerablemente.
La sociedad en general, tampoco el Islam, no pueden seguir asumiendo los errores de quienes carecen de la delicadeza y sensibilidad necesarias a la hora de realizar convocatorias públicas para oír discursos que resultan de escasa utilidad para el conjunto de la sociedad española, diversa y comprometida con la igualdad y la justicia social.
La cancelación del evento responde, según sus promotores, a la falta de seguridad para ponentes y asistentes. Esto no es totalmente cierto, y no es más que una justificación de contenido victimista. La cancelación se debió en gran parte a que tanto promotores como ponentes se dieron de bruces con una realidad que nunca supieron calibrar adecuadamente.
En una sociedad democrática las palabras de Benaísa resonarán en la memoria de las personas durante muchos años. Y no solo fueron desafortunadas, como intenta minimizar El Gazaoui, sino que difícilmente podrán ser acreedoras de merced social nunca jamás.