jueves. 10.10.2024
MÁS DE LO MISMO

La CIE busca disipar el oscurantismo que la azota con un concierto de su irresponsable de educación

* El irreflexivo Ihab Fahmy, director e inspirador de la comisión técnica de educación de la CIE, emplaza a las familias musulmanas para darles cuenta de las bondades de su gestión hacia ellas y sus hijos

* Fahmy y su círculo encierran objetivos inconfesables. La generosidad, como tal, no siempre es inocente, y tras ella se parapetan deseos insondables

fahmy

De la mano de Mujeres de Valencia, Fahmy se conjura a estar “disponible para responder a todas vuestras preguntas y consultas, además de explicar el proceso y la importancia de solicitar la enseñanza religiosa islámica en el centro educativo de vuestros hijos”.

La gestión de la ERI en España es un auténtico desastre. No solo porque en ese coto se han resguardado personas  de manifiesta incompetencia, sino porque su modelo educativo y administrativo sirve únicamente a sus promotores y a una parte de esa tropa que hizo de la ERI su modo de vida, incluido sueldo y vacaciones.

No existe ningún tipo de procedimiento que fije la calidad de los cursos de ERI. Todo es un montaje que persigue un único fin: poder e influencia. Los pequeños son los grandes perjudicados. Y los padres deberían aprovechar el momento para exigir muestras de calidad de la enseñanza que Fahmy pretende ensalzar y que no es más que un cuento vacío de contenido.

Fahmy nunca se ha movido bajo cielos transparentes. Su lugar y su gestión siguen siendo opacos y arbitrarios. No le han bastado una treintena de años para conjugar y homologar un sistema educativo coherente y eficaz para los pequeños. La ERI que simboliza es un atropello a la razón y a la propia equidad que inspira el conocimiento como factor de desarrollo humano. Las familias musulmanas son huérfanas de atención, y el concepto que de ellas tienen estos personajes son equivalentes a una realidad que no se percibe como tal, antes bien, una criptomoneda sin nombre y sin más mercado que el enriquecimiento y el escalado social.

 “Responder a todas vuestras preguntas”, anuncia Fahmy.  Para empezar, que vaya aclarando a las familias musulmanas y a la opinión pública en general los trapicheos en los que se enfunda su departamento cuando proponen a docentes, la forma en que los eligen y bendicen. Otra cuestión importante son los pactos ocultos que celebran con las consejerías autonómicas y ministerio de educación.

Que le digan a la gente también dónde informarse de la existencia de plazas, nuevas o vacantes, a cubrir y prebendas a familiares, amigos y miembros de Ucide. 

Igualmente, no estaría demás que indicara forma y lugar donde publican las convocatorias anunciando nombre de  consejería o ministerio de educación y lo que demandan, así como número de docentes para impartir la ERI en los centros educativos de su competencia, también el baremo por el que se puntúa la formación académica y religiosa de los aspirantes, junto con su experiencia profesional, sin olvidar el árabe como idioma vehicular de la ERI, entre otros.

Este último detalle, el de la lengua árabe, lo incumplen una gran mayoría de docentes. Muchos de ellos no saben ni escribir su nombre; menos aún, profundizar en temas académicos de calidad. Y qué decir si fuese de necesidad hablar de mística y filosofía, por no citar otros dominios.

Asimismo, los aspirantes de buena fe a docentes agradecerían enormemente que alguien añadiera luz sobre tanto embrollo y les garantizara que no correrán cabezas si algún valiente se atreviera a denunciar los constantes atropellos e irregularidades a los que son sometidos.

Que exponga también el especial empeño que pone la CIE en relegar a las comunidades y asociaciones cuando estas asesoran y acompañan a las familias y candidatos a docentes en ejercer su derecho de ser informados y guiados en este proceso.

Tampoco estaría de más un último esfuerzo y aclararan cómo es posible que todavía haya comunidades autónomas donde no se ofrezca la posibilidad de marcar la X en la casilla de la ERI y la CIE permanezca de brazos cruzados, no ofrezca asesoramiento jurídico ni mucho menos aliente a defender este derecho en los tribunales.

Los musulmanes de España nunca avanzarán en su recorrido como ciudadanos mientras existan personajes oscuros como Fahmy, pues el bien social y el bien de un colectivo exigen gestores con vocación, y eso es del todo imposible cuando se sustituye la transparencia por la especulación y por un nepotismo desaforado y sin límites.

Algo llegará.

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