domingo. 01.06.2025
UN SISTEMA QUE HA RESISTIDO EL PASO DEL TIEMPO

Religión en las escuelas inglesas

/ Por Javier García Oliva - Profesor de Derecho

/ Aunque existe una larga tradición de respeto a otras confesiones y sistemas de creencias, y la garantía de la libertad de conciencia está consagrada legalmente en the Human Rights Act 1998, la Iglesia de Inglaterra sigue teniendo tanto privilegios como deberes, resultado de su estatus especial. Una consecuencia de ello es que el cristianismo en general es reconocido en la sociedad británica, y veremos que tal reconocimiento se refleja en las disposiciones sobre la religión en las escuelas

 

listening-4784915_640 (1)

Mi querido segundo hogar, el Reino Unido, y dentro de él, en particular Inglaterra, tiene fama de ser una nación un tanto idiosincrásica. Hay, sin duda, una serie de excentricidades culturales que la población en general da por sentadas, pero que resultan desconcertantes para quien las encuentra por primera vez. El sistema ferroviario es un buen ejemplo de ello: además de los frecuentes retrasos y cancelaciones, las compañías pueden vender infinitos billetes para un mismo tren.   Una vez que se agotan las plazas, la única consecuencia es que sube el precio. Un gran número de pasajeros que no reservaron con antelación se ven aplastados en los pasillos como desafortunadas alubias cocidas en una lata, maldiciendo a aquellos, que por el contrario reservaron previamente, pagaron alrededor de un cincuenta por ciento menos por su billete y ahora tienen el lujo de sentarse de Londres a Manchester. Del mismo modo, cuando escaseaban los alimentos frescos durante la Primera Guerra Mundial, alguien tuvo la brillante idea de poner azúcar en la mayonesa para que durase más. Aunque este conflicto terminó en 1918, el producto resultante, conocido como crema para ensaladas, se sigue consumiendo, y el sabor, es "interesante".

La situación de la religión en las escuelas inglesas es muy parecida.  El marco de la ley y la práctica evolucionó gradualmente, y muchos de sus aspectos parecen tener poco sentido si se examinan objetivamente, pero se aceptan como parte integrante del paisaje educativo.  Algunos elementos del régimen son funcionales, mientras que otros pueden ser molestos, odiados o apreciados, dependiendo de con quién se hable. En el curso de esta contribución, intentaré arrojar algo de luz sobre la realidad actual.

El primer punto a tener en cuenta es que estamos hablando conscientemente de Inglaterra, y no del Reino Unido. El mosaico de disposiciones relativas a la religión en las escuelas está íntimamente relacionado con consideraciones más amplias sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y éstas son distintas para cada una de las naciones que componen la jurisdicción británica. En estas reflexiones nos centraremos en Inglaterra exclusivamente, si bien los modelos galés, escocés y norirlandés son también muy atractivos. Desde la Reforma, que fue desencadenada por la intriga matrimonial de Enrique VIII, Inglaterra ha tenido una fe oficial, y la Iglesia de Inglaterra ha ocupado un lugar único en este marco legal. 

Aunque existe una larga tradición de respeto a otras confesiones y sistemas de creencias, y la garantía de la libertad de conciencia está consagrada legalmente en the Human Rights Act 1998, la Iglesia de Inglaterra sigue teniendo tanto privilegios como deberes, resultado de su estatus especial. Una consecuencia de ello es que el cristianismo en general es reconocido en la sociedad británica, y veremos que tal reconocimiento se refleja en las disposiciones sobre la religión en las escuelas. Sin embargo, antes de adentrarnos en el análisis de dicha regulación, es necesario explicar los diversos tipos de colegios que funcionan en Inglaterra, ya que se aplican normas diferentes según el tipo de institución al que aludimos. 

En primer lugar, hay que distinguir entre escuelas públicas y de pago. Para añadir más confusión, en inglés británico, el término "public schools" se refiere a una subcategoría de colegios privados de pago. Esto significa que las etiquetas "public" y "private" pueden inducir a error, porque ambas palabras pueden utilizarse para referirse a un colegio de pago o a un colegio subvencionado por el Estado, dependiendo totalmente del contexto y de la intención del hablante. Por razones obvias, evitaremos esta terminología y nos referiremos en su lugar a centros de pago y concertados. Aproximadamente el 6,5% de los alumnos asisten a escuelas de pago, por lo que los establecimientos públicos representan la mayor parte del sector educativo.

Además de esta distinción basada en si la educación está financiada por las familias o por el contribuyente, existe una división entre las escuelas con un carácter religioso designado ("RDC") y las que no lo tienen, y tanto las instituciones de pago como las subvencionadas por el Estado pueden tener o no un RDC. Alrededor del 31% de los centros subvencionados por el Estado cuentan con RDC, por lo que una proporción significativa de jóvenes asiste a los mismos. Los centros con RDC disfrutan de ciertas excepciones a la ley de igualdad y pueden discriminar por motivos religiosos a la hora de admitir alumnos y contratar personal.  No obstante, hay que subrayar que los centros sin RDC no pueden calificarse de no religiosos, porque de ser financiados por los poderes públicos tienen efectivamente un ethos cristiano, que se manifiesta principalmente en relación con el culto colectivo. Ahora bien, no gozan de ningún privilegio ni margen para discriminar por motivos de religión.

Todas las escuelas financiadas por el Estado sin un RDC tienen la obligación legal de celebrar un acto de culto colectivo todos los días. Debe ser de carácter total o principalmente cristiano, pero esto puede interpretarse, y se interpreta, de forma muy amplia. Suele consistir en una reunión de toda la escuela, o al menos de los grupos de cada curso, lo que se conoce como "asamblea". Los profesores aprovechan la oportunidad para compartir noticias o recordatorios e imparten una breve reflexión, normalmente en forma de pensamiento para el día. Puede ser abiertamente religioso o cristiano, o simplemente estar en armonía con los valores de este credo (más o menos cualquier mensaje sobre la bondad, el respeto, etc. puede considerarse como una promoción de los ideales cristianos). Es habitual que se invite a los alumnos a rezar o a sentarse en silencio y reflexionar, de conformidad con sus creencias personales. También es frecuente que se canten canciones, que pueden tener naturaleza cristiana, o al menos teísta, o que simplemente se comparta un mensaje positivo.

Los padres tienen el derecho legal de decidir que sus hijos no acudan a esta actividad, y algunos aprovechan la oportunidad, si bien la mayoría de los alumnos asisten, independientemente de las creencias familiares.  Las escuelas suelen ser sensibles a la demografía del alumnado: las normas son lo suficientemente amplias y flexibles como para que la mayoría del personal encuentre pocas dificultades para planificar una asamblea que resulte accesible y no ofensiva para cristianos, ateos, musulmanes o wiccanos. Lo cierto es que los mensajes sobre la preocupación por el medio ambiente o la importancia de ser amable con los compañeros son compatibles con la mayoría de las visiones del mundo.    

La asamblea es una parte integral de la vida escolar inglesa, y los adultos suelen verla con nostalgia. No está imbuida de un sentimiento intensamente religioso y, desde luego, no es un vehículo para el adoctrinamiento. Con toda probabilidad, se mantendrían aunque se derogara la obligación legal de celebrar un acto de culto colectivo. Las escuelas valoran el hábito de una reunión comunitaria periódica, y sin lugar a dudas, la necesidad de recordar a los niños y adolescentes que no jueguen con pelotas cerca de las ventanas, etc., se mantendrá. 

Históricamente, las asambleas como manifestación del culto colectivo puede que hayan comenzado como un deseo en el periodo victoriano de garantizar que los niños de las clases bajas se educaran en un entorno adecuadamente cristiano, pero han evolucionado hasta convertirse en parte integral de la vida escolar inglesa. La práctica varía en cierta medida de un centro a otro, pero la verdad es que el celo misionero del siglo XIX por las expresiones genuinas de fe se desvaneció en el transcurso del siglo XX, dando lugar al tratamiento del fenómeno religioso en la actualidad. Lo cierto es que la asamblea tiende a ser un encuentro mucho más comunitario que religioso.

La mayoría de los adultos guardan un grato recuerdo de una asamblea en la que les entregaron un certificado o una insignia por la consecución de algún logro, como nadar todo el largo de la piscina o completar la lectura de una serie de libros. Aquello era, sin duda, motivo de inmenso orgullo para los niños de siete años. En este contexto, la diferencia entre religión y cultura es tan porosa que prácticamente se ha disuelto. El culto colectivo en la práctica significa asamblea, y ésta es ahora un componente profundamente arraigado de la experiencia de ir a la escuela en Inglaterra. Por lo tanto, lo que podría parecer extraño o preocupante en términos de la letra de la ley, es en realidad relativamente benigno en su manifestación práctica.

La situación es algo diferente cuando se trata de escuelas con un RDC. En ese caso, el culto colectivo está permitido, pero no es obligatorio, y si se ofrece, se ajustará al carácter de la institución.  Es posible que la dimensión confesional se tome más en serio, pero hay que tener en cuenta que la mayoría de estos centros son de la Iglesia de Inglaterra, y que un enfoque acogedor e integrador hacia otras confesiones es una faceta de la cultura anglicana. En otros contextos, por ejemplo, las escuelas judías o islámicas, podemos presenciar un carácter religioso más definido, pero es poco probable que las familias opten por estas instituciones a menos que estén completamente de acuerdo con este credo religioso, especialmente en el sector de pago.

Por lo tanto, como hemos enfatizado a lo largo de estas reflexiones, el culto religioso en las escuelas inglesas no provoca conflictos sociales ni debates políticos dramáticos.   Hay algunas organizaciones que se oponen por motivos ideológicos, promoviendo el laicismo o una versión del humanismo que es de facto hostil a la religión en entornos públicos, pero estos no son temas prioritarios en la sociedad en general. Por ejemplo, esta realidad no ha figurado en las campañas electorales británicas, lo que puede deberse en parte a que la religión no es una cuestión politizada en Inglaterra. No existe ninguna relación entre la fe religiosa y ser simpatizante de partidos políticos de derechas o de izquierdas, y la fe no ha sido un campo de batalla político desde el siglo XIX o principios del XX.

Incluso en aquella época, las escaramuzas eran leves y, desde luego, no violentas. Hubo focos de enfrentamiento entre católicos y protestantes en ciudades como Liverpool, pero se trataba más de la excepción que de la regla. Además, tampoco se produjo una tensión con las élites por estos motivos. Es cierto que el catolicismo romano se asocia desde hace mucho tiempo con poblaciones migrantes marginadas y económicamente desfavorecidas, históricamente la comunidad irlandesa, pero también ha tenido siempre una importante representación de sectores aristocráticos.

Esto es clave para entender el lugar de la religión en las escuelas, porque explica por qué una hegemonía aparentemente cristiana, con un tinte claramente anglicano, ha sido tolerada, o tal vez incluso celebrada por la población en general. Reunirse aparentemente para el culto cristiano se ha convertido en aceptable, o en todo caso normalizado, por una serie de accidentes fortuitos de la historia y, en consecuencia, la fe no se ha percibido ni como una amenaza ni como una herramienta armamentística.  Por consiguiente, no se ha producido un movimiento firme para que los grupos no anglicanos, no cristianos y no religiosos rechazaran la norma del culto colectivo, por un lado, ni para que los cristianos o anglicanos intentaran explotar esta plataforma para sus propios fines, por otro. Como hemos apuntado a lo largo de este artículo, el culto colectivo se convirtió orgánicamente en sinónimo de asamblea, promoviendo la cohesión de la comunidad y el bienestar de los alumnos. 

Las mismas razones explican también por qué la enseñanza de la educación religiosa en las escuelas no se ha transformado en un talismán de una interminable guerra cultural.   Incuestionablemente, la enseñanza religiosa es una asignatura académica, y no un ejercicio de devoción. En los colegios sostenidos por el Estado que no cuentan con un CRD, el plan de estudios de esta asignatura lo establece un comité local, el Consejo Asesor Permanente de Educación Religiosa o SACRE (Standing Advisory Council on Religious Education). Un representante de la Iglesia de Inglaterra tiene una posición garantizada en este órgano, pero en la práctica asume únicamente un papel de coordinación y se incorporan voces de otras perspectivas, en función de la población de la zona en cuestión. Se trata de una solución pragmática a la naturaleza cambiante del paisaje social. Los acuerdos datan de una época en la que la presencia de la Iglesia establecida aún parecía axiomática, pero se han adaptado al siglo XXI, y en muchos aspectos son más apropiados que un sistema rígido.  

Por ejemplo, si se impusiera el requisito general de que todos los distritos tuvieran un representante musulmán, ello supondría un reto en las comunidades rurales con pocos o ningún ciudadano musulmán, e incluso podría generar resentimiento y tensiones artificiales. Es fácil imaginar cómo individuos malintencionados podrían sugerir en la prensa y en las redes sociales que se está imponiendo el islam a las comunidades inglesas. Del mismo modo, si una plaza en el SACRE dependiera de que un determinado porcentaje de la población se identificara con una confesión, podría ser más difícil responder a las necesidades de un grupo con una representación pequeña, pero significativa. Por ejemplo, si en una zona hubiera varias familias con niños pequeños procedentes de la misma región de Nepal, sería beneficioso contar con alguien que aportara información sobre sus tradiciones espirituales y culturales particulares, y en este hipotético caso, negar esta posibilidad por el hecho de que la comunidad concreta no alcanzara un determinado umbral numérico supondría perder la oportunidad de fomentar la cohesión y el entendimiento social, además de dar a todos los niños la oportunidad de conocer experiencias y visiones del mundo diferentes.  Por consiguiente, es muy positivo que el sistema actual permita esta fluidez.

Para los niños de primaria en particular, la educación religiosa suele ocuparse de diferentes ideas y tradiciones, constituyendo una preparación importante para la vida adulta en una sociedad rica y multicultural, mientras que a los alumnos mayores se les ayuda a abordar temas más abstractos y filosóficos. No obstante, en todos los niveles, la educación religiosa es más académica que devocional, evitándose las aseveraciones sobre la autenticidad de los credos, y reduciéndose al mínimo los juicios morales (naturalmente, deben mantenerse los parámetros en torno a la incitación al odio, la discriminación y otras actividades delictivas, incluso en los debates de las clases de adolescentes de más edad).  Asimismo, se otorga a los padres la opción de que sus hijos no asistan, lo cual es una muestra de la importancia que se reconoce a la libertad religiosa en el sistema constitucional inglés. Ahora bien, las familias que se acogen a esta opción lo hacen porque consideran que no es deseable que sus hijos conozcan las creencias y prácticas de otras personas.  No lo podemos justificar como un rechazo a un adoctrinamiento religioso, porque no es ése el objetivo de las clases.

Afortunadamente, la mayoría de los padres ven el valor de este tipo de educación religiosa, y las tasas de abandono no son lo suficientemente altas como para socavar el sistema o causar problemas prácticos a las escuelas (los alumnos que no participan en esta asignatura deben ser supervisados y se les debe dar un trabajo alternativo). Como regla general, en la sociedad inglesa se considera positivo que los alumnos comprendan la perspectiva y las necesidades de sus vecinos.

En cuanto a las escuelas con un RDC, independientemente de cómo se financien, la educación religiosa puede adoptar una forma que se ajuste al credo correspondiente, pero no debe impartirse de manera que interfiera con el deber primordial de proporcionar a todos los niños de entre cinco y dieciséis años una educación apropiada a tiempo completo. También existe el requisito legal de que todas las escuelas promuevan los "valores británicos" del Estado de Derecho, la democracia y la libertad individual. Como cabría esperar, los centros educativos de todo tipo son inspeccionados periódicamente para garantizar el cumplimiento de este deber, pero lamentable, la dificultad que han tenido las autoridades para erradicar las escuelas ilegales no registradas sugiere que el régimen de inspección debería ser modificado. Se calcula que unos 6.000 niños siguen asistiendo a centros ilegales y no regulados, y los padres y profesores implicados consideran claramente que vale la pena arriesgarse a una sanción penal con tal de eludir los requisitos necesarios impuestos por los inspectores.

Como se ha señalado al principio, el sistema no es el que diseñaría un comité racional partiendo de una hoja en blanco en la presente década. Sin embargo, a pesar de todas sus peculiaridades, el tratamiento de la religión en las escuelas es lo suficientemente ágil como para adaptarse a las necesidades no sólo de una sociedad multicultural a nivel nacional, sino también en el ámbito local. Es significativo que, si bien se han producido enfrentamientos en torno a la enseñanza sobre sexo, sexualidad e identidad de género, no ha ocurrido lo mismo con la educación religiosa o el culto colectivo en las escuelas públicas sin RDC. No se puede negar que el sistema es algo desordenado, y en opinión de algunos ciudadanos incluso excéntrico, pero también es flexible e inclusivo, y ha resistido el paso del tiempo.

García Oliva, Javier, "Religión en las escuelas inglesas", Cuestiones de Pluralismo, Vol. 5, nº1 (primer semestre de 2025). https://doi.org/10.58428/TSFK8066

Religión en las escuelas inglesas