
En la sentencia de Algeciras subyacen muchas cosas y enumerarlas se llevaría tiempo. Tal vez una de las más importantes consista en que obliga a replantear todo el aspecto legal que circunda el Acuerdo de 1992 entre el Estado y la Comisión Islámica.
Un pacto que se ha mantenido en hibernación durante 32 años, y cuyo desarrollo se ha malogrado por la incapacidad y el caciquismo de una entidad que no ha sabido, ni se ha preocupado, por darle forma a una entente que podría haber significado un claro avance hacia los derechos en él contenidos. La sentencia de Algeciras viene a ratificar esta verdad, pues si la Comisión Islámica hubiese hecho sus deberes ninguna asociación tendría la necesidad de navegar en solitario en esos océanos de justicia.
Con la FEERI rendida y jurado obediencia, la CIE sigue caminando hacia nadie sabe dónde. Su presencia ya resulta simbólica y su actividad desconocida para todos los musulmanes de España. Las notas de prensa referidas a cuándo empieza y termina una festividad en el calendario musulmán ya resultan cansinas y denotan una miseria que excede de la propia vergüenza y de un mínimo de decoro moral.
La sentencia de Algeciras es el preludio de otras que no tardarán en llegar y que vendrán a sancionar el anormal e inmoral comportamiento de la CIE-FEERI-UCIDE. Asimismo, el éxito de Algeciras ha supuesto un motivo de alegría para toda la comunidad musulmana de España, a excepción de aquellos que pusieron todo su arsenal dialectico en favor de quienes impulsaban un ambiente de fracaso para la iniciativa de la mezquita algecireña en el desempeño de su demanda, pero no ha sido así. No solo es triste decirlo, sino que rezuma tal falta de principios humanos que su hedor resulta insoportable para cualquier persona de bien.
Por otro lado, no hay que omitir que dicho sentimiento de gozo encierra también otro de índole de desdicha y desventura con sus matices correspondientes, pues no es más que la consecución de un trozo de tierra en el que reposarán los restos de uno y de todos para siempre. Es la herencia de la CIE-FEERI-UCIDE, pobreza en grado superior.