No es la primera vez que hablamos sobre lo complicado que es proveerse de alimentos que cumplan con el halal. Si no es el cerdo o el jabalí, es la presencia de otros animales prohibidos; si no es la falta de garantía de animales no aturdidos antes de ser sacrificados, es la existencia de insectos; si no es la duda sobre el alcohol, es la alimentación y hormonas de engorde animal, si no es… hasta un sinfín de condicionantes que hacen de nuestra compra semanal una carrera de obstáculos.
Por si fuera poco, ahora los profetas del halal nos piden que creamos ciegamente en una etiqueta y dejar de lado una búsqueda activa y responsable con lo que consumimos.
Las penosas declaraciones emitidas hace unas semanas de la directora general de una de las certificadoras halal españolas en una entrevista en la que se atrevió a decir que “...pensar en una lista para ir al supermercado es una cosa absurda”, desenmascara la percepción de tontos que tienen de los consumidores quienes hacen negocio con el halal.
A la pregunta del entrevistador sobre si tenemos que ir con una lista de aditivos prohibidos al supermercado, la entrevistada responde que “…yo creo que pensar en una lista para ir al supermercado es una cosa absurda. Hay que confiar en las marcas porque nosotros manejamos una complejidad científico-técnica y también religiosa que el ciudadano de a pie no tiene por qué”
Las desafortunadas declaraciones de la directora general del Instituto H. contravienen uno de los principios fundamentales del Halal, que no es otro que proteger la salud de las personas, y no las cuentas de resultados de las certificadoras, empresas ya engullidas por la industria y los mecanismos económicos que sobreponen sus intereses a la salud de los consumidores. Resulta inaceptable que una certificadora halal se conforme con decir que un producto no lleva cerdo ni alcohol, omitiendo el factor de perjuicio a la salud de las personas.
Afirmar que hay “que confiar en las marcas”, aumenta la confusión de los consumidores, ya bastante hastiados con tanta información sin contenidos que les amparen. Un caso reciente es el de Australia, donde el Consejo de Imames declaró “no halal” el pollo “aturdido”, una definición ésta que oculta la verdadera naturaleza de ese procedimiento, que no es otro que el de un sacrificio camuflado. El informe del Consejo de Imames afirma que el pollo aturdido llega muerto a su sacrificio, siendo por tanto “haram”.
En el Islam la intención lo es todo. Y si “El halal es todo aquello que es lícito, es permitido, pero sobre todo es bueno, es saludable y es recomendable”, resulta inaceptable asimilarlo como parte intrínseca de una marca que se prejuzga a sí misma como inviolable en sus postulados y por encima del derecho que asiste a todo consumidor a preguntar y revisar etiquetas, así como el derecho que le asiste y ampara conforme a la Ley de Seguridad Alimentaria.
Todo esto forma parte de una trama industrial y comercial, bien enganchada a un sistema de marketing debidamente engrasado, y cuyos ejes no son otros que estabilizar en el tiempo ingresos económicos generados por la emisión de certificados halal, lo que devalúa el concepto de salud que va unido al halal. Resulta sorprendente el amparo que algunas certificadoras conceden a algunos alimentos con aditivos nocivos para el ser humano.
Escuchar estas declaraciones restan veracidad y credibilidad a los productos promocionados bajo su certificado, pues dejan claro que empobrecen la dimensión religiosa del halal a la vez que la utilizan para engrosar sus ventas, sin importarles lo más mínimo la salud de quienes los compran, causando un enorme perjuicio y confusión en el ámbito del halal.
Son los propios consumidores quienes deben poner voz en medio de tanta desinformación, trapicheo y vapuleo del halal, examinando rigurosamente las etiquetas de los productos que van a adquirir, incluyendo los productos señalados como halal, como vía segura de un consumo auténticamente bueno, sano y saludable y que no atente contra su salud.
Los consumidores tienen derecho a saber y entender lo que compran. Tienen derecho a optar por un consumo responsable y bien informado, rechazando todo aquello que perjudique su salud.
Una marca halal no es nada si la misma no defiende un etiquetado claro y conciso, incluyendo método de sacrificio aplicado. Si no lleva eso, tanto la marca como el producto merecen ser rechazados.
Algunos aditivos presentes en productos certificados Halal
E-621 potenciador del sabor: incluso en dosis bajas es excitotóxico y neurotóxico, siendo capaz de sobreexcitar las neuronas del cerebro haciendo que sufran alteraciones y destruyan con más rapidez, pudiendo acrecentar los síntomas del trastorno bipolar, parkinson, alzheimer, epilepsia o esquizofrenia. La Universidad de Michigan descubrió que en niveles altos puede estimular la aparición de pensamientos suicidas. Se encuentra en chopped de pavo Halal. Nivel de toxicidad ALTA
E-250 y E-252 nitritos sódicos: son conservantes ampliamente utilizados en carnes procesadas (embutidos) que se clasifican como carcinógenos probables. Presente en salchichón de ternera Halal. Nivel de toxicidad ALTA y MEDIA
E-508 cloruro potásico: estabilizante sintético y potenciador del sabor. Provoca problemas digestivos, vómitos, diarreas, úlceras intestinales y hemorragias. Presente en pechuga de pavo Halal. Toxicidad ALTA
E-451 estabilizante sintético y regulador de acidez: puede provocar hiperactividad y problemas digestivos. Presente en chopped de pavo Halal Nivel de toxicidad MEDIA
E-407 carragenano: espesante y gelificante. Presente en fiambre de pavo halal. Toxicidad ALTA
* En la etiqueta de estos productos, indica “producto elaborado conforme a la ley islámica”