La prohibición del hiyab como bandera de la islamofobia
/ Por Noha El Haddad (UCM), Laura Mijares (UCM) y Ángeles Ramírez (UAM)
/ La prohibición o veto al hiyab en cualquiera de sus formas, no es sino una manifestación - punta de lanza- de la islamofobia, con sus dispositivos jurídicos, sus pánicos morales y sus imaginarios amenazantes
Aliança Catalana, con el respaldo de Vox y el PPC, ha realizado este mayo una propuesta en el Parlament de Catalunya para prohibir el uso del pañuelo (hiyab, niqab, burka, burkini, etc.) en centros educativos y otros espacios públicos, argumentando que el hiyab atenta contra la “dignidad de la mujer” y la “seguridad ciudadana”. Aunque solo una ley estatal puede regular un derecho fundamental como el de la libertad religiosa, en algunos espacios, como en los centros educativos, o en municipios, como ya ha amenazado con hacer la ultraderechista alcaldesa de Ripoll (Aliança Catalana), se considera aceptable eludir la norma superior.
Al menos desde 2010 y especialmente en Cataluña, la discusión es avivada periódicamente con iniciativas parlamentarias o de otro tipo (como recogidas de firmas en plataformas al efecto), que recorren determinada prensa de ultraderecha y también la de derechas, buscando a veces respaldo en el discurso académico o cultural y por supuesto, feminista. Como sucedió en Francia desde los años noventa, se está construyendo en España un falso debate cuyo objetivo es hacer creer a la opinión pública que el hiyab es un problema, que ha de ser discutido, regulado y finalmente, prohibido.
La prohibición o veto al hiyab en cualquiera de sus formas, no es sino una manifestación - punta de lanza- de la islamofobia, con sus dispositivos jurídicos, sus pánicos morales y sus imaginarios amenazantes. En este contexto criminalizador, los institutos de enseñanza secundaria se alzan como espacios privilegiados para poner a prueba la prohibición, por la nitidez de sus límites, su autonomía y sobre todo, por imitación del caso francés. En muchos centros, el hiyab se regula según los reglamentos de convivencia, donde también se dictamina la vestimenta “inapropiada” de las y los estudiantes. Su prohibición convoca muchos argumentos que tratan de justificar cómo es que un centro educativo prohíbe algo que está garantizado por la Constitución. Uno de los más populares es la idea de que el hiyab debe ser prohibido en los institutos porque España es un país laico. Se afirma que el velo vulnera la separación entre religión y esfera pública, atentando contra el principio de neutralidad confesional de las instituciones. Pero en realidad, quienes han de mantener el carácter aconfesional, son las instituciones, no las personas, que pueden mostrar su fe como les parezca, siempre que no atente contra el orden público: llevando una medallita de la virgen María o un hiyab. La medalla no se prohíbe; el hiyab, a veces, sí, lo cual es discriminatorio y racista, además de ilegal.
Paradójicamente, al mismo tiempo que se rechaza el hiyab por su condición de símbolo religioso, se le despoja de todo significado espiritual por parte de sus detractores, para cargarlo de connotaciones negativas que faciliten su rechazo colectivo. Para las musulmanas que lo llevan, el hiyab constituye un acto de adoración por el cual se acercan a Dios a través de la práctica de la modestia, al igual que la honestidad, la generosidad o la empatía. Mientras que en otros colectivos sí que se entiende la modestia en la vestimenta como un acto de adoración individual y legítima, como es el caso del hábito de las monjas, en el caso del hiyab se le impone la etiqueta de símbolo machista.
También se dice que quienes llevan el hiyab padecen de una falsa conciencia porque el velo en realidad limita la libertad de las mujeres. Se sostiene que muchas hiyabis desconocen su “verdadero” significado o están sometidas a un adoctrinamiento patriarcal, por lo que no estarían ejerciendo una elección libre de su porte. La prohibición sería una “liberación”. En este juicio concurren dos cuestiones: la consideración de la musulmana con velo como una víctima oprimida sin ninguna capacidad de reacción y segunda, la ignorancia de la diversidad de situaciones en las que las musulmanas lo llevan. Hay millones de musulmanas en el mundo; es absurdo suponer que todas son víctimas obligadas a llevar un pañuelo. Lo son en estados autoritarios que usan el islam contra las mujeres y que imponen códigos vestimentarios, o en contextos de fuerte desigualdad; conocemos bien los casos de Afganistán o Irán, contra los que tenemos que ejercer nuestra capacidad crítica. Pero si nos oponemos a la obligación de que las afganas lleven hiyab, por la misma razón debemos oponernos a que a nuestras estudiantes se las obligue a quitárselo. No es una lógica contradictoria. Lo contradictorio es oponerse a las políticas de los talibanes contra las mujeres y apoyar en Europa la prohibición del pañuelo.
En definitiva, con las musulmanas se utiliza la narrativa de la víctima incapacitada, se la despoja de su autonomía y se acaban reforzando estereotipos racistas. Es decir, se presenta el velo como un instrumento de opresión inapelable, sin contar con los contextos y, sobre todo, sin tener en cuenta la propia agencia de las mujeres. El hecho de pensar que solo determinados cuerpos y voluntades pueden encajar en los marcos legítimos, homogeneiza a un grupo de mujeres diverso e impone un estándar único de “libertad” que solo parece ser alcanzable si se renuncia a determinadas prácticas culturales y religiosas. Como correlato, las políticas prohibicionistas del hiyab, lejos de garantizar una mayor “libertad” para las mujeres musulmanas, crean el efecto opuesto, limitando las oportunidades educativas de estas mujeres en edades tempranas, vulnerando incluso su derecho a la educación obligatoria, pero también a la educación superior, sociabilidad y desarrollo laboral. Es decir, lo único que se consigue es marginalizarlas e invisibilizar su existencia en los entornos en los que se prohíbe, pero no porque dejen de llevarlo, sino porque se ven obligadas a evitar esos espacios donde son rechazadas.
En la misma línea, se dice que los musulmanes obligan a cubrirse a sus niñas desde muy pequeñas y que, por ello, el Estado tiene que intervenir. Naturalmente, esto no existe como norma general, de modo que se puede decir que es un argumento falso, que nos devuelve de nuevo a un escenario en el que parece que solo son las musulmanas (todas) las que necesitan esa tutela estatal. Una vez más, el hecho de que las políticas punitivas se dirijan solo a las musulmanas debería hacernos reflexionar sobre el verdadero sentido de las mismas: excluirlas y cancelarlas usando la diversidad religiosa como excusa.
En este sentido común islamófobo se suele considerar -haciendo un guiño al feminismo- que puesto que el pañuelo obliga a taparse partes del cuerpo, es una involución y cercena la libertad individual de las mujeres. Pero la conexión de la libertad y la autonomía de las mujeres con la exposición pública de la piel es apenas parte de la historia de algunas mujeres, en contextos concretos. No lo es en espacios musulmanes en épocas determinadas, ni en muchos otros. Pero aquí parece que la institución que prohíbe se arroga el derecho de decidir cómo debe ser una mujer liberada, cómo debe vestir una mujer legítima ¿pueden decidir los Estados o los institutos qué es una mujer y cómo debe vestirse?
Por último, existe la idea de que el velo es la manifestación de un islam radical, con valores retrógrados, que acabará amenazando los valores democráticos y de libertad europeos. Desde esta perspectiva el hiyab es visto como una de las consecuencias de una inmigración, que solo puede conducir al “gran reemplazo” y a la destrucción de la cultura europea. Tenemos que denunciar que este argumento es parte del pánico moral que la derecha y la extrema derecha agitan ante la población, en un discurso de odio anti-inmigración e islamófobo. Al mismo tiempo, debemos defender que el pañuelo es un símbolo religioso que usan algunas musulmanas en España– la mayoría ya son españolas- en diferentes momentos de sus vidas y que no está asociado a un proyecto imperialista y excluyente; su prohibición, sí lo está.
En definitiva, creemos que la obsesión institucional por regular el cuerpo de las musulmanas no responde solo a un cuestionamiento del velo per se, sino a un entramado sexista e islamófobo en el que algunas instituciones del Estado ejercen una labor de tutorización paternalista. Bajo el pretexto de “liberar” a las musulmanas de un supuesto se
En definitiva, creemos que la obsesión institucional por regular el cuerpo de las musulmanas no responde solo a un cuestionamiento del velo per se, sino a un entramado sexista e islamófobo en el que algunas instituciones del Estado ejercen una labor de tutorización paternalista. Bajo el pretexto de “liberar” a las musulmanas de un supuesto sexismo ajeno, se legitiman medidas que, lejos de empoderar, perpetúan la vulnerabilidad de las jóvenes con velo, actualizando el control en lugar de romperlo.
Entretanto, y como dramáticamente presenta un informe encargado por el Instituto de las Mujeres, las chicas con pañuelo en los institutos de secundaria confrontan una enorme presión por llevarlo, que como mínimo, se traduce en una estigmatización de sus cuerpos y creencias y como máximo, en la expulsión del centro y seguramente, del sistema educativo. Cuando surgen resistencias frente a las prohibiciones en los institutos, rápidamente se desactivan por las dificultades y la falta de apoyos.
En esta situación, el feminismo es muy importante para establecer alianzas con las mujeres y jóvenes a las que se les impide llevar el pañuelo y para apoyar la creación de nuevas redes, como la que ha lanzado el manifiesto contra la prohibición del hiyab en estos días. Lo es porque muchas de estas argumentaciones islamófobas se disfrazan de feminismo, logrando un plus de legitimidad, al mismo tiempo que desvirtúan las luchas feministas, que nacen para defender los derechos y las vidas de todas las mujeres. Por supuesto, también de las musulmanas.
Noha El-Haddad Boufares
Universidad Complutense de Madrid (UCM), Departamento de Estudios Árabes e Islámicos. Universidad Complutense de Madrid , Facultad de Medicina, Licenciatura. Médica especializada en Medicina Familiar y Comunitaria, con un Máster en Emergencias, Desastres y Catástrofes. Trabaja como Médica de Urgencias en un hospital del Sistema Nacional de Salud en Madrid. Cofundadora y expresidenta de la Asociación de Chicas Musulmanas de España (ACHIME).
Ángeles Ramírez Fernández
Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Profesora Titular, Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español, Facultad de Filosofía y Letras, Centro propio de Investigación en Migraciones, Etnicidad y Desarrollo Social (IMEDES), Programa de Doctorado en Ciencias Humanas: Geografía, Antropología y Estudios de África y Asia
Laura Mijares Molina
Es arabista de formación por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y doctora en Estudios Internacionales Mediterráneos por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Es Profesora Titular de la UCM, en el Departamento de Lingüística y Estudios Orientales, donde ha diseñado y dirigido el Máster en Estudios Avanzados sobre Islam en la Sociedad Europea Contemporánea en el que aún continúa impartiendo docencia. Es investigadora principal del proyecto "Alumnas musulmanas con hiyab en la educación pública no universitaria: un análisis cualitativo sobre discriminación (23CM0065)", financiado por el Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad.
Nota.-
Este artículo de opinión se reproduce con la autorización de sus autoras, así como que el mismo fue publicado en el diario PÚBLICO el 16 de junio de 2025. Público