
Es oficial: Gran Bretaña ya no puede ser definida como 'país cristiano'. Los resultados del Censo 2021 revelan que, por primera vez, la mayoría de las personas en Inglaterra y Gales no son cristianas
Megan Manson, jefa de campañas de la Sociedad Nacional Secular, afirma al respecto: “el caso de un estado laico nunca ha sido más sólido”
Las cifras del censo de 2021 publicadas el 29 de noviembre revelan que los cristianos ahora son una minoría en Inglaterra y Gales, y representan el 46% de la población. Los no religiosos son ahora el grupo religioso o de creencias más grandes de Gales y el segundo más grande de Inglaterra. Las religiones no cristianas han experimentado un aumento en sus seguidores.
En un formidable artículo, Megan Manson, jefa de campañas de la Sociedad Nacional Secular ponía el acento sobre la Iglesia de Inglaterra: “Debería ser un momento de humildad para las iglesias del Reino Unido, sobre todo para la Iglesia de Inglaterra. El cristianismo ha estado en declive durante décadas, pero en lugar de renunciar a sus privilegios desproporcionados, la Iglesia se ha aferrado a ellos para salvar su vida. Continúa utilizando a sus 26 obispos en la Cámara de los Lores como bloque de votación para apoyar sus agendas. Se resiste a los llamados a eliminar las oraciones cristianas del parlamento y de todas las escuelas financiadas por el estado . Y se niega a soltar las miles de escuelas públicas bajo su control. Enfrentada a la creciente competencia de una miríada de otras religiones y, por supuesto, de visiones del mundo no religiosas, la Iglesia sin duda ve estos privilegios como los últimos ases en su mano.Y, sin embargo, el número de cristianos sigue cayendo”
El declive del cristianismo y el auge de la identidad no religiosa se pueden ver en muchos países europeos. En Irlanda del Norte, los que no tienen una religión declarada son el segundo grupo más grande según los resultados del censo publicados en septiembre. Los datos del censo de Escocia no se publicarán hasta 2023, pero los datos de la encuesta de 2018 sacaron a la luz que el 59% de los escoceses no son religiosos.
Explicar el porcentaje decreciente de cristianos no es difícil. La migración alimenta un flujo constante de religiones no cristianas de Asia y África hacia toda Europa, diluyendo la participación de mercado general del cristianismo. La ciencia ha reemplazado al creacionismo. La igualdad ha reemplazado al patriarcado respaldado bíblicamente. La tolerancia ha reemplazado a condenar a aquellos que no están en un matrimonio del sexo opuesto. Y el estigma de no ser creyente se ha desvanecido casi por completo. Esta es una realidad que crece, se estabiliza y desarrolla cada vez más en el subconsciente de las sociedades occidentales
En España esta imagen de diversidad religiosa e irreligiosidad no es tan amplia como en Inglaterra. La iglesia establecida y su red de instituciones e influencia en todo el estado se mantiene fuerte y estable. Y eso es algo a tener en cuenta.
Manson lo define así: “Que la Iglesia continúe aferrándose a sus privilegios constitucionales en un país donde los cristianos son ahora la minoría es vergonzoso en el mejor de los casos, imperioso en el peor. Nunca antes ha sido más claro por qué un estado secular es realmente el único asentamiento que puede encontrar al público británico donde está: una mezcolanza diversa y en gran parte irreligiosa de personas con una perspectiva ampliamente liberal de la vida. Es hora de que el estado y la iglesia tomen caminos separados, para lo mejor para ambos”.
España anda rezagada en estas cuestiones. Los escasos movimientos seculares existentes son excluyentes en su esencia y no participan de la idea de que religiosidad y secularidad pueden convivir juntos y sin incidentes. Más que nunca, en España hacen falta movimientos seculares inteligentes, con principios bien definidos sobre la razón y el respeto al diferente, de modo que tanto una parte como otra contribuyan a promover y fortalecer vínculos ausentes de cualquier tipo de rechazo.
En este contexto, los musulmanes tienen la obligación de participar y ofrecer propuestas, alejándose de cualquier posicionamiento que tenga como único fin el aislamiento emocional y social. Pero ¿Quién o quiénes tienen la firmeza, la voluntad y capacidad para promover actuaciones tendentes a conseguir un equilibrio social estable, fuerte y sin connotaciones de rechazo?
La respuesta es que es como buscar una aguja en un pajar. Los treinta años del Acuerdo del 92 y los otros treinta, o casi, de la CIE, han servido para poco; menos aún, para promocionar la educación y la cultura como bien universal de todo ser humano.
Los resultados de ese carácter profano-religioso de la CIE son fácilmente detectables en los hábitos y formas de proceder de las muchas federaciones y asociaciones repartidas por toda la geografía española, con una inmensa mayoría absolutamente alejadas de las cuestiones sociales más elementales, así como totalmente ausentes de los asuntos candentes de actualidad.
Esta ausencia y falta de participación, tiene mucho que ver con el auge del odio, racismo y xenofobia, movimientos que se han encontrado con mucha mar en calma para hacerse presentes en la sociedad, todo ello propiciado en gran parte por la falta de participación de las organizaciones musulmanas y la falta de movimientos seculares comprometidos con la convivencia entre humanos.
La libertad vive y se hace visible en el respeto y en el marco del pluralismo político, social, cultural y religioso.